Qué cantidad de cambios nos ha traído nuestro odiado Covid-19 a nuestras vidas, y al nuestro sector de los eventos en particular… Ahora parece que empezamos a ver la luz, y que, con las medidas de seguridad que me temo hayan llegado a nuestras vidas para quedarse, está siendo posible celebrar y volver a ver a nuestra gente, con suerte la mayoría vacunados, y con cuidaito, pero con felicidad.
Normalmente en mi camino profesional suelo encontrar a un tipo de cliente muy marcado: personas positivas, naturales, que se adaptan bien a las situaciones, que sólo quieren vivir la vida de forma sencilla y a su manera, que quieren recuerdos estéticamente buenos pero con un transfondo de verdad y que ven la importancia de las cosas. Tengo esa suerte, y es así.
Por eso, aunque estas comuniones han sido muy locas, con muchos cambios de fechas, muchos cambios de planes, para mí están siendo de las más bonitas y de las más especiales, porque nunca tanto como ahora estamos aprendiendo a reconocer el valor de un recuerdo.
Nunca tanto como ahora las familias se esfuerzan tanto, y tienen tanta ilusión en los pequeños detalles y las cosas importantes.
Y será por eso que estas fotos me están gustando más que nunca.
Este chico guapo que os enseño a continuación es un tipo fantástico, como toda su familia, y que lo dió todo en la sesión, después de haber tenido un día de comunión atípico, nada parecido a lo que había soñado, pero me confesó que igual o más bonito de lo que nunca hubiera imaginado.
Sonrío satisfecha mirando sus fotos y sintiendo que siempre va a recordarse en una etapa complicada, pero llena de simbología a la vez.
Gracias a ellos y gracias a vosotros por quedaros conmigo.















