Te echo de menos

A veces le llamo sin querer. Cada día que me levanto miro por el hueco de las escaleras y no le veo buscarme con los ojos y tropezarse torpe subiendo, sin poder decirle «como te partas una pata me enfado». Y miro y pienso así a diario. No puedo evitarlo.
Cuando preparo pasta, o mi sopa de pollo, que le encantaba, se me hace nudo. Igual que cuando miro al hueco del sofá.
Cada vez que me pongo los pantalones y no me empuja en el culo, sonrío con pena.
A veces Nick y yo imitamos su estruendoso bostezo y nos reímos mucho, aunque me cuesta ver que él aún le habla como si estuviera. Mira al cielo y le cuenta sus cosas, o como se siente, o qué vamos a hacer.

Cantamos canciones en el coche, y esperamos a su estrofa. Como siempre.
Me pincha un poco el corazón cuando veo a otros perros con sus amigos… Y os tengo mucha envidia.
Mucha.